¡Me gustas, pero me asustas!
La exhibición de la película Black Mama es el resultado de un ejercicio ecuatorial bastante singular y experimental. Miguel Alvear y Patricio Andrade pusieron a disposición de once artistas su proyecto cinematográfico, convirtiéndola en un dispositivo audiovisual de estímulos estético-conceptuales a ser intervenida y apropiada para la elaboración de obras.
Los artistas sucintan diálogos, pasajes, canales o vasos comunicantes con la película a través de sus toma que categorizan sus secuencia. Fotografía, pintura, performance, video, instalación y sonido operan como zonas de contacto que mezclan intereses e investigaciones previas y particulares de cada artista, añadiendo una capa más al proceso de montaje por el filme.
Al estilo paracaidista los artistas se lanzaron al ruedo y nos presentan peculiares maneras de lidiar con este agrado de ser ecuatoriano de una manera polémica con sus acontecimientos escénicos fetiches, historias graciosas, escenas faltantes, hurgando en su potencial intertextual.
Su punto más alto es su enorme humor negro, perfecta sinergia entre danza y actuación, surrealismo esterilizado hecho en base a creatividad audiovisual mezclando a la cultura kitsch con la popular.
El poco hilo conductor que existe alrededor del film, llama la atención, llena de elipsis y simbolismos provoca en el espectador respuestas y conmoción mostrando tal vez nuestras más oscuras frustraciones logrando la indiferencia nula antes estas imágenes.
Entre sus características puede ofender, Divertir, fastidiar y conllevar a una reflexión lúdica. Rinde homenaje y a la vez desacredita los íconos de la cultura ecuatoriana. Está lleno de citas y parodias sobre las tradiciones culturales.
Se puede ver en esta película que solucionan el problema del cine ecuatoriano ya que no es imposibilidad de contar con costosos efectos especiales, producto de la moderna tecnología.
Black Mama una película en donde los efectos especiales a los que recurre son más bien primarios, y no dejan de engancharnos.
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